Desechos plásticos
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Bloomberg Opinión — De la noche a la mañana, hemos acabado coexistiendo con la inteligencia artificial. Hace fotos falsas del Papa, asusta a la bolsa con falsas explosiones y nos ayuda con nuestros problemas emocionales. Pero algunos se preguntan si hay mejores usos para esta tecnología:

“¿Podríamos hacer que la IA limpie el plástico de los océanos o todos deben ser guionistas?”

Aunque pretendía ser gracioso, ese tuit plantea una pregunta interesante: ¿Podría la IA ayudar a los robots a recoger plástico de los océanos? ¿O ayudar a resolver otros problemas acuciantes como el cambio climático?

Aunque los grandes modelos lingüísticos -base de herramientas como ChatGPT- han acaparado la atención últimamente, los algoritmos de IA ya se utilizan en la lucha contra el cambio climático, el declive de la biodiversidad y la contaminación. “La mayor parte de la IA no es llamativa”, afirma David Rolnick, cofundador y presidente de la organización sin ánimo de lucro Climate Change AI. Detalla cinco usos de la tecnología en este ámbito:

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  1. Convertir grandes conjuntos de datos en información útil, por ejemplo escaneando imágenes de satélite en busca de indicios de deforestación.
  2. Mejora de las previsiones, como la predicción de la demanda de energía y el suministro renovable para las redes eléctricas.
  3. Optimizar sistemas complejos para reducir la energía necesaria para calentar y enfriar edificios o hacer más eficientes los procesos industriales.
  4. Acelerar la modelización del clima.
  5. Acelerar los descubrimientos científicos, como sugerir mejores materiales para las baterías para acelerar la experimentación.

Los algoritmos de IA ya se utilizan ampliamente, por ejemplo en la limpieza de los océanos (incluso hay robots). Pero aunque la IA ha hecho que el proceso sea eficiente y autónomo, tiene sus limitaciones.

El proyecto Ocean Cleanup es probablemente una de las iniciativas sobre plásticos marinos mejor financiadas y conocidas. Ha desarrollado una herramienta de IA para detectar y cartografiar objetos de plástico en el mar, con el fin de desplegar mejor los recursos de limpieza. Por su parte, la empresa Open Ocean Engineering, con sede en Hong Kong, ha desarrollado Clearbot, un pequeño robot que funciona con energía solar y que puede recoger basura y limpiar vertidos de petróleo de las vías fluviales urbanas. Capaz de recoger hasta 200 kilos de desechos por misión, utiliza IA para registrar y clasificar los residuos que recoge.

Pero aunque los algoritmos funcionen a la perfección, la forma de utilizarlos es importante, y hay muchos problemas bien documentados con estos proyectos. Ocean Cleanup, por ejemplo, no ha hecho más que reinventar la pesca de arrastre, pero de plástico. Eso conlleva riesgos para la vida y la biodiversidad del océano, precisamente lo que intenta salvar. Según sus propias estimaciones, decenas de miles de pequeñas criaturas marinas como crustáceos, peces, medusas y calamares podrían quedar atrapadas en las redes incluso cuando el sistema se utiliza a su velocidad más lenta. Durante los 12 primeros viajes de su sistema de redes de arrastre al Gran Parche de Basura del Pacífico, The Ocean Cleanup capturó 193.832 kg de plástico junto con 667 kg de las llamadas capturas accesorias, consistentes sobre todo en peces, tiburones, moluscos y tortugas marinas. Aunque eso es mucho más plástico que vida marina, hay que tener en cuenta el análisis coste-beneficio. Además, las enormes redes son remolcadas por barcos diésel, lo que hace que el proceso sea extremadamente intensivo en carbono.

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Un problema aún mayor es que estos esfuerzos apenas hacen mella en el problema. Al menos 14 millones de toneladas de plástico acaban en el océano cada año. Al ritmo actual, se prevé que en 2050 el plástico pesará más que los peces. Según su panel de datos, The Ocean Cleanup ha capturado hasta ahora unas 3.300 toneladas de este material.

En última instancia, un tratado mundial jurídicamente vinculante, como el que se está negociando en París esta semana, marcará la mayor diferencia en el problema del plástico al atajarlo en su origen en lugar de remediar los síntomas. “Lo más difícil en tecnología suele ser escuchar lo que se necesita y construir lo que se necesita, en lugar de lo que uno cree que se necesita”, afirma Rolnick. “No puede llegar la tecnología y salvar el día. Tiene que ser una combinación de personas con herramientas tecnológicas, personas con experiencia sobre el terreno y las comunidades afectadas por la tecnología”.

La IA está ayudando en otros lugares. National Grid ESO, el operador del sistema eléctrico británico, está utilizando la IA para duplicar la precisión de sus previsiones de demanda de electricidad, lo que permite una mejor integración de las energías renovables. Rolnick ha participado en la creación de herramientas para sensores automatizados de insectos que ayuden a acelerar y ampliar la recogida de datos sobre biodiversidad en todo el mundo. En Panamá, el sistema ayudó a los entomólogos a identificar 100 especies nuevas para la ciencia.

La moraleja de la historia es que la inteligencia artificial no va a solucionar mágicamente nuestros problemas, y la opción futurista no siempre es la más eficaz. Pero, utilizado con inteligencia y sensibilidad, el aprendizaje automático puede aprovecharse para reforzar el poder de las personas en la batalla por salvar el planeta.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg lp y sus propietarios.