Morosidad y altas tasas de interés pondrán a prueba al sector financiero colombiano en 2026

El sistema financiero colombiano enfrentará tasas altas, morosidad persistente y márgenes estrechos el año que viene, lo que obligará a bancos y las fintech a mejorar su eficiencia operativa.

Las proyecciones del centro de pensamiento ANIF prevén que la cartera crecerá 6,3% en 2026, después de casi dos años de ajuste.
14 de diciembre, 2025 | 05:00 AM

Bloomberg Línea — El crédito en Colombia entrará a 2026 bajo un equilibrio frágil: un crecimiento económico cercano al 3%, una inflación aún por encima de la meta y tasas que seguirán siendo de las más altas de la región definirán un año retador para bancos y fintechs.

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Santiago Etchegoyen, cofundador y CTO de uFlow, una compañía de tecnología dedicada a la automatización del crédito afirma que “más allá de la tasa de interés, el verdadero éxito en la colocación de crédito radicará en la eficiencia operativa y la excelencia en el servicio que brinden las empresas de crédito”.

Y añade que, en un escenario con morosidad al alza y tasa de usura fija, la diferencia estará en “quién cuenta con mejores herramientas para analizar a quién le presta, en qué condiciones y cuánto riesgo está dispuesto a asumir”.

Las entidades enfrentarán tasas elevadas, una morosidad que no logra normalizarse y un sistema que empieza a reactivarse con usuarios más vulnerables y márgenes estrechos.

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Las proyecciones del centro de pensamiento ANIF prevén que la cartera crecerá 6,3% en 2026, después de casi dos años de ajuste. El repunte coincidirá con una tasa de referencia del Banco de la República que permanecería alrededor de 9,25% y sólo bajaría gradualmente hacia 8,25%.

Con una inflación que, aunque descendente, sigue por encima del objetivo, el costo del dinero continuará siendo alto y el margen para corregir errores mediante tasas más elevadas será limitado.

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El sector opera con un tope de usura de 24,99 % efectivo anual para crédito de consumo ordinario, con techos más altos para microcréditos de bajo monto.

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Esto limita la capacidad de trasladar el riesgo al usuario final. En la banca tradicional, la respuesta ha sido restringir segmentos de mayor riesgo, endurecer políticas de originación y priorizar productos con garantías más sólidas, como vivienda.

En el ecosistema fintech, el desafío es mayor. “La alta morosidad de muchas fintech no se debe a que no sepan analizar riesgo, sino al tipo de público al que atienden”, señala Etchegoyen.

Son usuarios más frágiles y menos bancarizados, lo que exige motores de decisión capaces de ajustar criterios casi en tiempo real para equilibrar inclusión y rentabilidad.

La infraestructura tecnológica se vuelve determinante. Los motores de decisión y la analítica permiten procesar volúmenes crecientes de información propia y de terceros para ajustar reglas y políticas de forma continua.

Esto genera un ciclo de mejora que puede reducir morosidad y aumentar aprobaciones incluso en escenarios restrictivos.

Revisar millones de transacciones históricas, medir desempeño, identificar perfiles y retroalimentar el sistema serán tareas fundamentales, según Etchegoyen.

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El nuevo esquema incorpora además a billeteras digitales, pasarelas de pago y empresas de retail, que hoy concentran información precisa sobre ingresos reales y patrones de gasto de los usuarios.

Datos como suscripciones, recurrencias de pago o geolocalización del consumo permiten modelar riesgo con un nivel de detalle que no es replicable solo con información de burós tradicionales.

En 2026, la pregunta no será cuánto se presta, sino a quién, con qué información y con qué capacidad de reacción.

Para las entidades financieras, la prueba decisiva será su habilidad para operar con eficiencia en un entorno de tasas rígidas, mora elevada y un acceso al crédito que demanda decisiones cada vez más rápidas y basadas en datos.

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