Bloomberg Línea — El dólar cerró 2025 con una caída acumulada de -9,6% frente al peso chileno, su mayor retroceso anual desde 2009, cuando bajó -20,52%. La trayectoria del tipo de cambio estuvo marcada por factores globales como la recuperación del cobre y la debilidad estructural del dólar estadounidense, además de dinámicas locales asociadas a flujos financieros, política monetaria e intervenciones fiscales.
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Durante buena parte del año, el peso chileno se apreció en un contexto de mejora en los términos de intercambio, mayor ingreso de divisas por exportaciones mineras y señales de estabilidad macroeconómica interna. Si bien hubo episodios de volatilidad, especialmente entre mayo y agosto, el último trimestre consolidó una tendencia bajista del tipo de cambio ante el repunte sostenido del cobre y una percepción más favorable hacia activos chilenos.
La divisa cerró el año en CLP$899,31 por dólar, perforando el umbral de los CLP$900 tras una caída diaria de -1,76% en la sesión del 30 de diciembre, la última del año ya que mañana los mercados estarán cerrados.
Impulso del cobre y dinámica de flujos
Gonzalo Muñoz, analista de mercados de XTB Latam explicó que durante la jornada de martes, el peso chileno se fortaleció con fuerza gracias al desempeño del metal rojo. “El movimiento estuvo nuevamente dominado por el cobre, que sigue siendo el principal soporte para la moneda local y mantuvo su impulso alcista en la Bolsa de Metales de Londres”, dijo Muñoz.
Según el analista, “en la LME, el cobre se mantiene por encima de los US$12.500 por tonelada, consolidando un año extraordinario para el metal y reforzando el sesgo apreciativo del peso”.
El impulso del cobre a lo largo del año se sostuvo en una combinación de factores coyunturales y estructurales. Felipe Sepúlveda, analista jefe de Admirals Latinoamérica, recordó que las disrupciones puntuales de oferta, como la paralización de operaciones en la mina Grasberg en Indonesia, se sumaron a un reordenamiento de inventarios globales ante el riesgo de nuevas barreras comerciales en Estados Unidos. Este contexto reforzó el atractivo del metal y amplificó su efecto sobre el tipo de cambio chileno, dada la alta dependencia de la economía local de los ingresos por exportaciones mineras.
Desde el equipo de análisis del BBVA recordaron que “el CLP quedó rezagado hasta agosto mientras otras divisas de LatAm marcaban máximos de varios meses”, en un periodo en el que pesaron factores financieros como el uso del peso chileno para financiar estrategias de carry trade y la incertidumbre asociada a eventuales aranceles estadounidenses al cobre. No obstante, el banco subrayó que el impacto de esas amenazas fue limitado, dado que las exportaciones de cobre en bruto desde Chile se mantuvieron exentas.
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Los analistas del BBVA también explicaron que el peso tuvo la interacción entre política monetaria y flujos fiscales. Aunque el programa de acumulación de reservas del Banco Central introdujo una presión teórica sobre el tipo de cambio, los analistas remarcaron que su efecto fue acotado en el mercado spot. En sentido contrario, las ventas de divisas realizadas por el Ministerio de Hacienda durante el año actuaron como un contrapeso.
Factores estructurales y técnicos
El fortalecimiento del peso chileno se apoyó además en elementos políticos y estructurales. El mismo informe del BBVA destacó el impacto que tuvo la victoria de José Antonio Kast. Esto se consideró un desenlace pro-mercado, con potencial para desbloquear inversión “pese al ruido de posibles protestas, aunque con reformas estructurales limitadas”.
Además del peso del cobre, en el desempeño también influyó el movimiento del dólar estadounidense que tuvo un rendimiento relativamente débil durante 2025. Esta debilidad fue un factor global que permitió que varias monedas emergentes, incluido el peso chileno, ganaran terreno frente al dólar.

El debilitamiento del billete verde fue resultado de una combinación de factores monetarios, comerciales y políticos. El ajuste en las expectativas sobre la política de tasas de la Reserva Federal redujo el atractivo relativo de los activos en dólares, al tiempo que la probabilidad de recortes comenzó a ser internalizada por los mercados. Esta dinámica acotó el diferencial de tasas frente a otras economías desarrolladas y disminuyó la demanda por la divisa en los mercados internacionales.
Además, las medidas proteccionistas adoptadas por la administración estadounidense, junto con un aumento de la incertidumbre comercial, incentivaron una rotación de capitales hacia economías con marcos regulatorios más previsibles. Este reordenamiento amplificó las presiones bajistas sobre el dólar.
En el plano interno, factores como la percepción de tensiones fiscales en Estados Unidos, episodios de riesgo político y dudas sobre la autonomía de la Reserva Federal también restaron solidez a la moneda, debilitando su posición como activo refugio.
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La estabilidad macroeconómica de Chile también contribuyó al fortalecimiento del peso, apoyada en una inflación controlada, proyecciones de crecimiento positivas y un manejo fiscal y monetario considerado prudente.
En conjunto, el desempeño del peso chileno también respondió a fundamentos como el alza en exportaciones de cobre, mayor demanda por pesos para liquidar operaciones comerciales, expectativas de políticas macroeconómicas estables, y movimientos técnicos de cierre de año que intensificaron los flujos hacia activos locales.













