El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la vicepresidenta, Kamala Harris, se marchan después de hablar en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en Washington, D.C., Estados Unidos, el jueves 13 de mayo de 2021.  Fotógrafo: Tasos Katopodis/UPI/Bloomberg
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Bloomberg Opinión — El tema que define la presidencia de Joe Biden no es el cambio climático, la geopolítica o incluso el Covid-19. Es la inflación, y aunque es una amenaza existencial para su carrera política, también representa una oportunidad para él y los demócratas moderados de cumplir algunos objetivos políticos largamente buscados.

Las amenazas de la inflación son evidentes. Una vez ajustados los precios, los ingresos semanales medios están disminuyendo al ritmo más rápido registrado. El costo de los productos básicos como la gasolina y los alimentos ha subido mucho, y la guerra en Ucrania sólo puede empeorar las cosas. Lo más preocupante de todo es que los inversores están empezando a ajustar al alza sus expectativas de inflación a largo plazo, lo que haría mucho más difícil para la Reserva Federal luchar contra la inflación.

Lo que se aprecia menos son las oportunidades que abre la inflación. En general, la inflación alivia algunas de las preocupaciones a corto plazo que más sacan el sueño a los demócratas moderados, al tiempo que pone de manifiesto los retos a largo plazo que a menudo han citado.

El ejemplo más claro de esta dicotomía es la deuda federal. En los últimos años, el gobierno ha acumulado déficits récord luchando contra la pandemia. Al mismo tiempo, la relación entre la deuda y el PIB está disminuyendo casi un 5% al año. Esto se debe a que el aumento de los precios ha incrementado el tamaño nominal de la economía, y con ello la cantidad de dinero que el gobierno recauda en ingresos fiscales.

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Sin embargo, la tasa de interés que el gobierno federal paga por su deuda no ha aumentado ni de cerca en la misma proporción. El resultado neto es que la deuda está creciendo a un ritmo más lento que la economía en general, por lo que la relación deuda/PIB está disminuyendo. Cualquier temor persistente de que el gasto por el Covid-19 haga que la deuda se descontrole debería remitir.

Sin embargo, este alivio no durará mucho. La Fed ya ha empezado a subir las tasas de interés en un intento de controlar la inflación.

Esas subidas de tasas frenarán la tasa de crecimiento nominal de la economía y aumentarán la tasa de crecimiento de la deuda federal, invirtiendo la tendencia actual. La administración tiene una corta oportunidad para actuar sobre el déficit, y debe aprovecharla.

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Afortunadamente, la inflación puede dar a los moderados cierta ventaja. Varios elementos importantes de la agenda económica de Biden implican aliviar la carga de las familias trabajadoras. Por ejemplo, las licencias pagadas, los subsidios para el cuidado de los niños y la educación preescolar universal compartían el objetivo de dar más flexibilidad a las familias monoparentales, en particular a las madres trabajadoras.

Aunque la administración afirmaba que podía financiar estos programas con impuestos a los ricos, hacerlos permanentes habría exigido aumentos de impuestos generalizados o provocado un fuerte aumento del déficit.

Sin embargo, la economía actual, en la que las ventas de las empresas aumentan más rápido que la remuneración de los empleados, ha creado una escasez de trabajadores. Como respuesta, los empresarios se ven obligados a adoptar políticas más flexibles que satisfagan las necesidades de los padres trabajadores. Para los profesionales, esto se ha traducido en un aumento de las oportunidades de trabajo a distancia y de las jornadas laborales fuera del horario tradicional de nueve a cinco. Para los padres de la clase trabajadora, ha supuesto un mercado laboral que por fin se inclina a su favor: Los empresarios tienen que adaptarse a sus horarios, y no al revés.

En resumen, el mercado está aliviando el problema subyacente de los horarios de trabajo inflexibles sin que el Congreso tenga que acordar un paquete específico de beneficios y los impuestos para pagarlos. Para ser claros, esta transición no está exenta de costes. Se está produciendo precisamente por la misma razón que está haciendo bajar los ingresos medios reales: las ventas de las empresas aumentan más rápido que la remuneración de los empleados.

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Al mismo tiempo, la inflación también demuestra que la forma más eficaz de elevar el nivel de vida de los trabajadores es aumentar la oferta de bienes y servicios, aliviando así la escasez y el aumento de precios que la acompañan. El enfoque inicial de los demócratas se centraba en subvencionar a las industrias favorecidas, como la de los semiconductores, y castigar a las desfavorecidas, como la de la carne.

Sin embargo, para tener un impacto real en la inflación, la administración debe centrarse en problemas como el aumento de dos dígitos de los alquileres. Eso podría significar presionar a los estados para que reduzcan las restricciones a la construcción residencial, por ejemplo, vinculando la financiación del transporte y el tránsito al aumento de los permisos de construcción multifamiliar.

La trayectoria de la inflación en los próximos años determinará la suerte de los demócratas tanto en las elecciones intermedias como en las presidenciales. Por supuesto, están preocupados por las consecuencias políticas, pero los demócratas no deberían ignorar las oportunidades políticas. Deberían reconocer que la economía ya les ha ayudado a alcanzar algunos de sus objetivos internos, y dirigir su atención hacia la reducción del déficit a largo plazo y los esfuerzos realistas para aumentar la oferta.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González