Bloomberg Opinión — La invasión de Rusia a Ucrania ha hecho que Occidente (en este contexto, la OTAN y la Unión Europea) esté más unido de lo que estuvo en mucho tiempo. Desgraciadamente, esa cohesión está ahora en peligro, a medida que la invasión rusa se convierte en una guerra de desgaste. Para disuadir a Putin de perseguir una escalada y evitar que se imponga, los líderes occidentales deben centrarse en los dos eslabones más débiles de su alianza: Turquía y Hungría.
Recep Tayyip Erdogan, el presidente de Turquía (miembro de la OTAN pero no de la UE) ha dicho que bloqueará la adhesión de Suecia y Finlandia a la alianza transatlántica a menos que obtenga hagan una serie de concesiones no relacionadas. Si realmente cumple con su amenaza, no sólo dejaría a ambos países más vulnerables ante una agresión rusa, sino que también haría a la OTAN más débil a la hora de defender a sus miembros del Báltico. Erdogan también está aumentando gratuitamente las tensiones con Grecia, otro aliado de la OTAN.
Luego está el primer ministro húngaro, Viktor Orban. Lleva semanas poniendo trabas a un paquete de sanciones contra el petróleo ruso. La semana pasada, los dirigentes de la UE pensaron que habían llegado a un compromiso: sólo se prohibiría el petróleo ruso suministrado por barco, pero no el que llegara por oleoducto. Esto daría a Hungría, que no tiene salida al mar, así como a la República Checa y Eslovaquia, más tiempo para ajustar su infraestructura energética.
En un movimiento sorprendente e indecoroso, Orban renegó incluso de ese compromiso. Extrañamente, también insistió en mantener al Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa (un firme partidario de Putin y de la guerra) fuera de la nueva lista de sanciones. La UE también cedió a esta exigencia para que se aprobara el paquete.
Todo esto fue una vergüenza, y un raro motivo de optimismo para Putin. De todas las maneras posibles, Orban está señalando que no está plenamente detrás del esfuerzo conjunto de Occidente para apoyar a Ucrania y socavar a Rusia; en efecto, transmite que no es un aliado fiable.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Un defecto de diseño básico que comparten tanto la UE como la OTAN es que ninguna de las dos tiene un mecanismo para expulsar a los miembros erráticos. Eso significa que ambas tendrán que ser creativas para poner un freno a los líderes rebeldes.
En el caso de Erdogan, ceder al chantaje no debería ser una opción. EE.UU. debería anunciar que las futuras ventas de armas a Turquía se detendrán hasta que cambie de postura con respecto a las nuevas adhesiones. La OTAN debería amenazar con suspender la participación de Turquía en los planes y ejercicios militares. Si la situación se agrava, habría que revisar las normas de la alianza para permitir las expulsiones.
En cuanto a Orban, la UE tendrá que adoptar una línea igualmente dura. En 2018, el bloque activó el artículo 7 de su tratado contra Hungría en una censura por su subversión de las instituciones democráticas, lanzando un proceso que en teoría podría despojar a Budapest de sus derechos de voto en Bruselas. En la práctica, la medida ha sido ineficaz, porque requiere un apoyo unánime. Polonia, cuyo gobierno populista también es objeto de un procedimiento en virtud del artículo 7, siempre ha respaldado a Hungría.
Sin embargo, en la actualidad, Polonia se encuentra entre los Estados miembros más beligerantes contra Putin. Y Varsovia está horrorizada por el obstruccionismo de Orban. Con retraso, los polacos han comprendido que una UE fuerte redunda en su interés nacional, no en su contra. Por tanto, deberían persuadir a Orban para que se sume al esfuerzo por debilitar la maquinaria bélica de Putin y fortalecer a Ucrania. Si no lo hace, los otros 26 países de la UE -incluida Polonia- deberían despojar a Hungría de su poder de voto.
Mantener unida la alianza occidental nunca ha sido fácil. En medio de una guerra que empeora a sus puertas, pocas veces ha parecido más necesario. El tiempo de los juegos políticos populistas ha terminado.
Editores: Andreas Kluth y Tim Lavin.