Sudáfrica va camino de registrar un año récord de cortes de electricidad. Fotógrafo: Dwayne Senior/Bloomberg
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En Sudáfrica, 2017 fue el último año en que la luz se mantuvo prendida a diario. En la actualidad, el país africano más industrializado afronta los más graves cortes de luz de su historia, provocando que la mayor parte de sus habitantes se queden sin suministro eléctrico entre 6 y 8 horas diarias. No se prevé que la situación termine pronto. De hecho, durante el invierno austral, comprendido entre junio y agosto, es posible que Sudáfrica se quede sin electricidad durante hasta 12 horas.

La situación sudafricana tiene numerosos aspectos característicos, a los que nos referiremos más adelante, pero puede ser un ejemplo ilustrativo para los países en vías de desarrollo. A medida que crece la demanda eléctrica, la inversión en infraestructuras de generación, en especial eólica y solar, y en líneas de transmisión no sigue el mismo ritmo.

Los apagones son cada día más habituales en la India, Brasil, Nigeria y Bangladesh. De no reaccionar los gobiernos, las interrupciones eléctricas obstaculizarán gravemente el desarrollo de las economías. Durante el 2022, por primera vez en decenios, la cifra de habitantes que carecen de acceso a electricidad se incrementó hasta alcanzar casi los 775 millones.

Los ciudadanos y los pequeños comercios sudafricanos han experimentado interrupciones del suministro a diario en lo que va del 2023. El año pasado registraron la cifra sin precedentes de 208 días de apagones, en comparación con los 75 de 2021 y los 54 de 2020. Los cortes de electricidad son cada vez más habituales y prolongados. Tan solo hace 5 años, la falta de energía era de aproximadamente 1 gigavatio, lo que obligaba a realizar los llamados cortes de carga durante una hora diaria. A finales del año pasado, la escasez llegó a ser de 6 gigavatios.

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Eskom Holdings SOC Ltd., el monopolio estatal de servicios públicos de Sudáfrica, busca nuevamente un CEO después de la renuncia de Andre de Ruyter en diciembre. El presidente Cyril Ramaphosa, quien hizo una fortuna en la minería del carbón, dijo a principios de este mes que “aplaudiría” a quien aceptara asumir el cargo. Eso no es una broma. Dirigir la empresa de servicios públicos de Sudáfrica seguramente se ubica como el peor trabajo en la industria energética mundial.

Un anuncio de trabajo honesto para el puesto debería decir algo como esto:

“Eskom busca un nuevo CEO. Reportando a la junta, el candidato exitoso debe poner fin a más de cinco años de apagones en 12 a 18 meses, o se convertirá en un conveniente chivo expiatorio y saco de boxeo público. Debería sentirse cómodo lidiando con políticos corruptos, un parque decrépito de centrales eléctricas, un escaso presupuesto de mantenimiento y un cabildeo del carbón decidido a detener la expansión de la energía solar y eólica. Es deseable cierta experiencia en finanzas, ya que la empresa tiene una carga de deuda insostenible de más de US$20.000 millones. El salario es negociable, pero se paga en una moneda que, debido a la crisis eléctrica, ha caído un 40% frente al dólar estadounidense en los últimos cinco años. Si decide postularse, envíenos su CV a:worstCEOjob@eskom.co.za” (peor trabajo de CEO, en inglés).

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Por supuesto, al anuncio le faltarían algunos antecedentes relevantes: Ramaphosa no querría desalentar a demasiados posibles solicitantes:

Por ejemplo, De Ruyter sobrevivió al menos a un intento de asesinato conocido. Las bandas criminales roban rutinariamente combustible, equipos y suministros. Los funcionarios gubernamentales, los sindicatos y los grupos empresariales son todos hostiles, mientras que EE.UU. y Europa querrían que quienquiera que se convierta en CEO se despida de todas las centrales eléctricas de carbón sin ofrecer una alternativa de suministro realista.

Ramaphosa celebró reuniones de emergencia la semana pasada sobre la crisis eléctrica, cancelando un viaje al Foro Económico Mundial (WEF,) en Davos. Hasta ahora, todas sus propuestas son fragmentarias. Sudáfrica no necesita vendajes, como propone el gobierno, sino cirugía a corazón abierto.

En primer lugar, debe reconocer que el problema no es la gestión de Eskom sino la política del gobierno. Cambiar el CEO sin cambiar la política, o brindar ayuda financiera a la empresa de servicios públicos, no resolverá nada. El gobierno debe asumir al menos una parte de los más de US$20.000 millones en deuda neta que tiene Eskom, parte de la cual es el resultado de la falta de pago por parte de los clientes y los precios de la energía por debajo del mercado. Sin la reestructuración de la deuda, Eskom no podría invertir. Y sin inversión, los apagones continuarían.

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En segundo lugar, el gobierno necesita dividir el papel de Eskom, que hoy está a cargo tanto de la generación de electricidad como de la transmisión y distribución de energía. La empresa de servicios públicos debe concentrarse en la generación, manteniendo su flota de centrales a carbón, su única central nuclear y las centrales a diésel. Una nueva entidad independiente podría centrarse en la transmisión, invirtiendo en nuevas redes de larga distancia de alto voltaje para proyectos renovables. En este momento, la falta de capacidad de transmisión está obstaculizando las adiciones eólicas y solares. El gobierno también debería liberalizar aún más la generación, abriendo el camino para una mayor autoproducción del sector privado.

En tercer lugar, Ramaphosa necesita proteger a Eskom de las bandas que se lucran robando carbón y diésel y saboteando las centrales eléctricas, probablemente para sacar provecho de los contratos de mantenimiento. Los agudos apagones de diciembre y enero se deben tanto a sabotajes como a averías. La falta de acción policial es desconcertante.

Finalmente, Sudáfrica, donde el lobby de la minería del carbón está profundamente arraigado en el gobierno, necesita adoptar la energía renovable. La energía solar y eólica podrían generar una cuarta parte de la energía del país en las circunstancias adecuadas. Contrariamente a la opinión de algunos ministros, la energía verde es una gran parte de la solución. Pero aceptarlo no equivale a abandonar el carbón a corto o medio plazo. Sudáfrica todavía necesita plantas de carbón que funcionen bien y se mantengan si quiere poner fin a los apagones continuos. Y Ramaphosa también debería decir eso, incluso si Europa y los EE.UU. no están contentos con eso.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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