Invertir en oro: ¿cuánto debo tener en mi portafolio? Esto dice un fondo de cobertura

En un contexto de tasas en descenso, tensiones políticas en la Reserva Federal y una correlación creciente entre acciones y bonos, el oro vuelve a posicionarse como activo estratégico. Un fondo de cobertura propone una nueva forma de pensar su peso en la cartera.

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En caídas bursátiles severas, el oro ha mostrado un desempeño más estable que las acciones, aunque inferior al de los bonos.
02 de septiembre, 2025 | 09:54 AM

Bloomberg Línea — El oro ha vuelto a captar la atención de los inversores globales tras alcanzar un nuevo máximo histórico, impulsado por las expectativas de recortes de tasas de interés en Estados Unidos y por la creciente incertidumbre en torno a la independencia de la Reserva Federal.

Más allá del repunte coyuntural, un nuevo informe del fondo de cobertura D.E. Shaw plantea que el verdadero valor del oro radica en su capacidad para mejorar la eficiencia de las carteras.

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Esta semana, el metal precioso superó momentáneamente los US$3.500 por onza, marcando un hito en una racha alcista de tres años que ha duplicado su precio. Según datos de Bloomberg, el oro al contado subió hasta un 0,9 % el martes, llegando a US$3.508, antes de moderar sus ganancias por el fortalecimiento del dólar.

El fondo de cobertura D.E. Shaw publicó un análisis técnico que analiza la utilidad estratégica del oro en una cartera diversificada. El documento propone una reevaluación del papel del metal como activo estructural, no solo como refugio ocasional.

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Lo que resulta interesante para el fondo es que, lejos de su tradicional imagen de “valor de reserva improductivo”, el oro puede ofrecer beneficios tangibles precisamente por su desconexión con los ciclos de crecimiento.

El precio del oro superó los US$3.500 por onza, impulsado por expectativas de recortes de tasas y tensiones políticas en la Reserva Federal.

“La relativa falta de aplicaciones productivas del oro es, de hecho, una ventaja principal, ya que lo convierte en un activo ampliamente no correlacionado con los activos procíclicos, incluso cuando crece junto con la riqueza global”, explican los autores del informe.

Esta falta de correlación con los activos tradicionales, como acciones o bonos, es lo que lo vuelve valioso en escenarios donde estos tienden a moverse en la misma dirección.

El estudio de D.E. Shaw utiliza un modelo de optimización de cartera con tres activos: acciones, bonos y oro. Se modelan cuatro escenarios, combinando entornos de correlación positiva y negativa entre acciones y bonos, y la presencia o ausencia de eventos extremos como desplomes bursátiles o shocks inflacionarios.

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Los resultados muestran que, en todos los escenarios, el oro recibe una asignación, aunque su peso se incrementa significativamente bajo condiciones de alta correlación y riesgo sistémico.

“Cuanto más expuesta esté la cartera a riesgos como una correlación positiva entre acciones y bonos, colapsos bursátiles o shocks inflacionarios, mayor valor asigna el optimizador a las ventajas de diversificación del oro”, señala el informe.

En estos entornos, los beneficios del oro no provienen tanto de su rentabilidad esperada (que el estudio estima en 0,5% real anual con una volatilidad del 15%) como de su capacidad de reducir el riesgo agregado del portafolio.

Los antecedentes históricos

La evidencia empírica respalda esta lógica. En los últimos 50 años, la correlación del oro con las acciones ha sido prácticamente nula, con un promedio de 0,01, y ha cambiado de signo en repetidas ocasiones. Con los bonos, tanto nominales como indexados a la inflación, la correlación ha oscilado en torno a 0,10.

Respecto a la inflación, la relación ha sido débilmente positiva, contradiciendo la percepción generalizada de que el oro actúa como cobertura directa frente al alza de precios.

El estudio también destaca el comportamiento del oro durante episodios de estrés financiero. Entre 1990 y 2025, en caídas bursátiles superiores al 25% en menos de tres meses, el oro ha registrado una pérdida promedio de 2%, frente a un –33 % en acciones.

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“La tendencia del oro a ‘desplomarse de forma distinta’ lo hace más atractivo”, resume el análisis. Aunque no garantiza ganancias durante las crisis, su capacidad para ofrecer un perfil de riesgo distinto es su principal atributo como activo de cobertura.

Otro argumento relevante es su estabilidad relativa dentro de la riqueza global. Desde 1975, el oro ha representado entre el 1,8% y el 7,3% de la riqueza líquida en mercados desarrollados, aunque ha superado ese rango en varios episodios recientes.

Para D.E. Shaw, esta estabilidad sustenta su hipótesis de largo plazo: “La tasa de crecimiento del valor agregado del oro debería, en horizontes muy largos, igualar la tasa de crecimiento de la riqueza global”.

El modelo de D.E. Shaw asigna al oro un peso creciente en escenarios de alta correlación entre acciones y bonos y eventos extremos de mercado.

¿Cuánto oro debo tener en mi portafolio?

Bajo estas premisas, el optimizador de cartera utilizado por el fondo asigna al oro una participación que varía en función de las condiciones de mercado. En el caso más conservador, sin considerar riesgos extremos y con correlación negativa entre acciones y bonos, la asignación al oro es casi nula.

En el extremo opuesto, cuando los activos tradicionales se mueven en la misma dirección y se contempla el riesgo de eventos de cola, el oro puede alcanzar una asignación del 9% del riesgo total del portafolio.

Los autores aclaran que no se trata de una recomendación directa ni de un modelo aplicable sin matices. La simulación excluye factores como restricciones de liquidez, uso de apalancamiento o aversión al riesgo individual.

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Sin embargo, sí ofrece una base cuantitativa para reconsiderar el rol del oro en carteras institucionales. “Cuantificar este tipo de supuestos —especialmente para un activo como el oro— es clave para determinar su papel en una cartera”, concluye el informe.

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