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Bloomberg Opinion — Las crecientes tensiones geopolíticas con China y los trastornos económicos de la pandemia están impulsando al gobierno estadounidense a acortar las cadenas de suministro y acercar las manufacturas al país. En esta iniciativa de promover el “friend-shoring” (o externalización entre países amigos), Estados Unidos no puede tener mejores socios que sus vecinos del sur, que gozan de alianzas bilaterales de larga duración, proximidad geográfica, normas comerciales preferenciales y abundantes recursos naturales. América Latina se beneficiaría enormemente de la creación de nuevos vínculos en la cadena de suministro. Por otra parte, si la región pierde esta oportunidad generacional, corre el riesgo de quedar aún más al margen de la economía mundial.

Estados Unidos, antiguo hogar de un conjunto de políticas económicas de laissez-faire conocido como el Consenso de Washington, se ha contagiado del virus de la política industrial. La administración del presidente Joe Biden espera utilizar las políticas y presiones de su gobierno para reajustar industrias enteras con la esperanza de mejorar la seguridad nacional, promover la equidad doméstica, mantener una ventaja tecnológica y proteger a los estadounidenses de futuras pandemias. En junio, la Casa Blanca publicó el informeBuilding Resilient Supply Chains, Revitalizing American Manufacturing, and Fostering Broad-Based Growth” (´Construir Cadenas de Suministro Resistentes, Revitalizar la Fabricación Estadounidense y Fomentar el Crecimiento de Base Amplia´ en español), un proyecto de 250 páginas para transformar cuatro sectores críticos: Semiconductores, baterías de gran capacidad (para vehículos eléctricos y energía limpia), minerales críticos y productos farmacéuticos.

América Latina debería estar en el centro de cualquier esfuerzo de este tipo. Políticamente, sus naciones han sido durante mucho tiempo aliadas de Estados Unidos. Brasil y México lucharon con los Aliados en la Segunda Guerra Mundial; Argentina envió buques de guerra al Golfo Pérsico en la primera guerra de Iraq; tropas salvadoreñas, hondureñas y nicaragüenses se unieron sobre el terreno en la segunda. La región alberga un importante número de democracias del mundo, que comparten con Estados Unidos un sistema de gobierno y sus valores y aspiraciones.

Desde el punto de vista geográfico, las naciones del Hemisferio Occidental ofrecen un punto medio perfecto para tener cadenas de suministro resistentes: ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Los nuevos puntos débiles de las cadenas de suministro revelados por el Covid-19 pusieron de manifiesto las ventajas de este posicionamiento. A medida que el virus se extendía, la velocidad en los puertos se ralentizaba o estos cerraban, los aviones se quedaban en tierra y los costos del transporte se disparaban. Las dificultades continúan hoy en día, con las tarifas de transporte en máximos históricos. A medida que se intensifican las rivalidades estratégicas y económicas, y otras naciones tratan de asegurar sus propios intereses mediante políticas industriales, más aranceles, sanciones y boicots amenazan con interrumpir las líneas de suministro transfronterizas. A los que piden una estrategia más agresiva contra China les preocupa, por ejemplo, que su control de las materias primas no convencionales y el polisilicio le permita al país asiático reducir el suministro con tanta seguridad como le plazca.

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Sin embargo, la concentración geográfica, incluso a nivel doméstico, conlleva sus propios riesgos. Durante meses, tras el paso del huracán María en septiembre 20 del año 2017, las bolsas de suero, los anticoagulantes y los medicamentos para el colesterol escaseaban en los hospitales de todo el territorio continental de Estados Unidos; los fabricantes de productos médicos agrupados en Puerto Rico luchaban por volver a funcionar. Una helada de febrero de 2021 en Texas no solo paralizó las redes eléctricas, sino que también provocó una escasez nacional de tanques de combustible, cables de telecomunicaciones, máscaras de oxígeno y docenas de otros productos de plástico, ya que las fábricas del estado de la estrella solitaria cerraron.

La proximidad de los países latinoamericanos reduce los costos de transporte y la posibilidad de que se produzcan interrupciones a distancia. También proporcionan la distancia geográfica y la diversificación que hacen más segura la producción.

El acceso comercial preferencial hace que la región sea también atractiva para los sectores comerciales estratégicos. Estados Unidos tiene relativamente pocos acuerdos de libre comercio, los cuales abarcan menos del 10% del PIB mundial. Estos se agrupan en el hemisferio occidental: T-MEC (Canadá y México), CAFTA-DR (El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana y Honduras), y acuerdos bilaterales con Perú, Colombia, Chile y Panamá. Estas normas básicas ofrecen protección de la propiedad intelectual, garantías de libre mercado y menores costos de importación y exportación hacia y desde EE.UU. Si se añaden las redes de electricidad y energía con bajas emisiones de carbono de América Latina, los fabricantes pueden cumplir sus compromisos climáticos, crear cadenas de suministro más seguras desde el punto de vista geopolítico y obtener beneficios.

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Además, el potencial de América Latina brilla en al menos dos de las áreas que más preocupan a los responsables políticos de Estados Unidos, empezando por su abundancia de minerales y materias primas. El llamado triángulo del litio, formado por Argentina, Bolivia y Chile, posee algo más de la mitad de las reservas mundiales, mientras que México, Brasil y Perú cuentan con sus propios yacimientos de este mineral crucial para muchas de las tecnologías actuales y futuras. En toda la región abundan cantidades sustanciales de cobre, cobalto, níquel, grafito y muchos otros “minerales críticos” incluidos en la lista del Departamento de Defensa de Estados Unidos.

En el ámbito médico, la región tiene una ventaja en la cadena de suministro sobre otros aliados de Estados Unidos. Estados Unidos ya importa más productos farmacéuticos de México y Canadá que de China, y tiene margen para crecer. México también fabrica termómetros, ventiladores y muchos otros dispositivos médicos esenciales prescritos para las reservas nacionales y demandados por los hospitales estadounidenses. Más al sur, los socios comerciales de EE.UU. tienen una capacidad sustancial para fabricar penicilina, aspirina, morfina y muchos otros medicamentos básicos que ya no se fabrican en EE.UU. Varios países están aumentando la fabricación de vacunas, impulsando la capacidad del hemisferio para aliviar ésta y futuras pandemias.

La región tiene mucho que ganar si capta una parte de la producción que se desplaza internacionalmente. América Latina ha estado durante mucho tiempo en los márgenes de las cadenas de suministro globales, proporcionando materias primas para que otros las transformen y comprando los productos acabados. Al estrechar sus vínculos con los mercados estadounidenses, los países pueden atraer la fabricación avanzada y trabajo calificado. Trabajar con Estados Unidos para alcanzar sus objetivos de seguridad nacional también puede ayudar a estos países a ascender en la escala socioeconómica y tecnológica.

La política en la región representa el mayor obstáculo. México ya está se perdiendo gran parte de un cambio industrial que ya está en marcha. Las inversiones en infraestructura mal realizadas, la cercanía con los proveedores de productos básicos controlados por el Estado, el ensuciamiento climático de las redes eléctricas y la inversión de muchas políticas favorables al mercado han reducido una posible oleada de llegadas al país a poco más que un goteo. La agitación de Centroamérica también hace que esta región sea difícil de vender para muchos gestores de cadenas de suministro. La inestabilidad y la agitación política en Colombia, Perú y Chile añaden una importante dimensión de riesgo político. Y a todo esto se suma un aumento de las infecciones, hospitalizaciones y muertes por Covid-19 que aún no ha llegado a su fin en muchos países.

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Sin embargo, la oportunidad es real. Los imperativos de seguridad nacional de Estados Unidos para asegurar la producción de bienes y servicios críticos no terminarán pronto. Los aliados del otro lado del Atlántico y del Pacífico están demasiado lejos para mantener reservas de emergencia o asegurar el acceso a muchas piezas críticas en tiempos de crisis. La falta de normas comerciales favorables se suma a las complejidades y los costos de abastecimiento de muchas naciones europeas y asiáticas.

Pero estas oportunidades no caerán simplemente en el regazo de América Latina. Los países tendrán que demostrar que son aliados fiables de Estados Unidos y destinos comercialmente atractivos para las empresas estadounidenses que esperan complacer tanto a los responsables políticos como a los accionistas. Si lo hacen, ambas mitades del hemisferio saldrán ganando, y la lejana y tan anunciada promesa de integración regional dará un paso gigante hacia la realidad.