Noticias de los confines del imperio.
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Bloomberg Opinión — Durante años, la BBC y su modelo de financiación han pertenecido a esa pequeña categoría de cosas que en teoría no tienen sentido pero funcionan bien en la práctica. Ahora ese modelo está en peligro y la BBC se verá obligada a abandonar su papel tradicional y encontrar su lugar en el panorama de los medios modernos. El país y el mundo serán más pobres debido a ello.

El gobierno de Reino Unido anunció recientemente que la tarifa anual de la licencia de televisión, la principal fuente de fondos de la BBC, se congelará en 159 libras (US$217) durante los próximos dos años y luego aumentará para mantener el ritmo de la inflación durante los cuatro años siguientes. Más importante aún, la ministra a cargo agregó (antes de que sus colegas le dijeran que retrocediera) que este sería el último acuerdo de este tipo. A corto plazo, la Beeb se enfrenta a una restricción financiera más estricta que el resto del sector público británico. Más allá de eso, si finaliza el pago de la licencia, la idea misma de una transmisión de servicio público al estilo de la BBC está en duda.

Esta tarifa de licencia siempre ha sido una anomalía llamativa y aparentemente indefendible. ¿Por qué se necesita un proveedor de noticias y entretenimiento del sector público en primer lugar? Y, si se va a tener uno, ¿por qué pagar por él con un impuesto anual sobre las televisiones que exigía el mismo pago a la gente independientemente de sus ingresos?

Y, sin embargo, mira los resultados. Contra todo pronóstico, dada la agitación de su industria, Beeb ha conseguido no sólo sobrevivir, sino también prosperar. Sí, hay una buena cantidad de basura, pero la BBC produce mucho más de lo que le corresponde de televisión y radio de alta calidad de todo tipo, a un costo comparativamente modesto. Su producción es popular en el país y ha mejorado la posición de Gran Bretaña en el mundo. Su cobertura de las noticias y la actualidad es imparcial y autorizada.

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Todas estas características eran, y son, de una sola pieza. La tarifa de la licencia separa a la BBC del gobierno de una manera que no lo haría una subvención de los ingresos fiscales ordinarios. Requiere apertura y responsabilidad, fomentando un control estricto de los costos, por ejemplo, ejerciendo presión a la baja sobre las estrellas que se pueden pagar. Cimenta la obligación de servir a todo el público, subrayando el compromiso con la imparcialidad política y recordando a la empresa que haga programas ampliamente populares, así como material más sofisticado, educativo o aspiracional. De esta manera, crea un espacio cultural en el que los británicos, lo sepan o no, pueden relacionarse entre sí y descubrir que tienen algo en común.

El contraste con el servicio público de radiodifusión en Estados Unidos es muy marcado. No es sólo que los proveedores estadounidenses estén faltos de recursos públicos. El hecho de depender en gran medida de las donaciones privadas empuja a la NPR y a la PBS hacia una programación que complace a su segmento de partidarios financieros, comparativamente estrecho y de mentalidad liberal. El servicio público de radiodifusión en EE.UU. ni siquiera trata de servir a todo el público. Sirve a su nicho.

De hecho, un verdadero equivalente estadounidense de la BBC es prácticamente inimaginable. El concepto de servicio público alejado de la política partidista sigue teniendo cabida en Gran Bretaña: pensemos en el servicio civil de carrera, el poder judicial, la gestión de las elecciones, los nombramientos para el banco central, organismos como la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria y otras innumerables agencias públicas y organizaciones no gubernamentales.

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En EE.UU. la tradición no partidista está prácticamente muerta. Tal vez los servicios armados sigan estando, en su mayoría, por encima de la política. Por lo demás, casi todas las instituciones que se relacionan con las políticas públicas (no sólo las diseñan, sino que las ejecutan, influyen, analizan y explican) son partidistas.

En ninguna parte es esto más cierto que en los medios de comunicación. Gran Bretaña ha tenido durante mucho tiempo periódicos descaradamente partidistas, lo que ha hecho que la BBC sea aún más valiosa. En EE.UU. periódicos tan estimados como el New York Times y el Washington Post presumían de desempeñar un papel similar. (Recuerdo que hace muchos años participé en una mesa redonda con un periodista del Times que parecía realmente ofendido por mi descripción de su periódico como liberal). Hoy, esos periódicos que alguna vez fueron autorizados y confiables para ser imparciales han elegido bandos. El perfeccionamiento del mercado mediático, acelerado por las redes sociales, favorece el compromiso partidista.

El primer ministro Boris Johnson se ha vuelto sin duda contra la BBC para distraer la atención de sus últimas vergüenzas. Pero la Beeb tiene problemas a más largo plazo. A medida que la competencia y la desagregación se intensifican, seguirá perdiendo espectadores y la lealtad del público. Tarde o temprano, el modelo de pago de licencias se volverá políticamente insostenible, y la fórmula que proporcionó este gran e improbable bien público se desmoronará.

Uno puede imaginarse a la BBC, a su debido tiempo, como una empresa más de producción de audio y televisión, pujando por su modesta parte de los subsidios públicos. Gran Bretaña, y en cualquier otro lugar donde se pueda ver o escuchar la Beeb, nunca volverá a ser lo mismo.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.