Billete de US$100
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Bloomberg Opinión — La Reserva Federal publicó el mes pasado un informe sobre cómo Estados Unidos podría actualizar su moneda para una “era de transformación digital”. Si bien la evaluación largamente esperada no llega a una conclusión sobre si un nuevo dólar digital sería una buena idea, la forma en que analiza los problemas confunde repetidamente los intereses del sector financiero con los del público estadounidense. Este país necesita un dólar digital que sirva a los hogares y empresas comunes, no a los bancos y las empresas de tecnología financiera que buscan instalar nuevos peajes en las autopistas del comercio estadounidense.

La Fed pierde de vista el interés público de varias maneras. Insiste en que las empresas privadas deben desempeñar un papel en la provisión de cualquier nuevo dólar digital federal. También expresa “preocupaciones” de que un dólar digital pueda alejar a las personas y las empresas de los depósitos bancarios, lo que sería costoso para los bancos. Para evitar esto, la Fed sugiere diseñar el dólar digital para que sea “menos atractivo”, por ejemplo, sin pagar ningún interés.

El análisis sesgado de la Fed se produce después de un año de desarrollos inusualmente rápidos en el dinero. En 2021, la manía de las criptomonedas se generalizó. El valor sobresaliente de tether, una “stablecoin” de criptomonedas diseñada para negociarse a la par del efectivo, superó los US$ 70.000 millones. La moneda USD coin de la startup estadounidense Circle se acercó a los US$50.000 millones. Mientras tanto, la aplicación más tradicional Venmo de PayPal Holdings Inc.(PYPL) desvió más negocios de los bancos estadounidenses.

En el exterior, algunos gobiernos respondieron con sus propias alternativas. China y las Bahamas introdujeron las “monedas digitales del banco central” como opciones públicas para el dinero digital. La versión de China permite a sus usuarios realizar transacciones instantáneamente en sus teléfonos utilizando una aplicación sin riesgo de incumplimiento y sin comisiones.

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En EE.UU., los bancos comerciales privados, las asociaciones de ahorro y las cooperativas de crédito disfrutan de un monopolio legal sobre el dinero digital conocido como “depósitos”. En su conjunto, sus ofertas son mediocres. Los pagos bancarios estadounidenses se encuentran entre los más lentos del mundo desarrollado; puede llevar días transferir el dinero de la cuenta de depósito. Las comisiones son elevadas, en ocasiones exorbitantes. Y el porcentaje de población sin cuenta bancaria es peor que Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia, Singapur, España e incluso Irán.

Los funcionarios de la Fed retocan este problema en su informe. También ponen el dedo en la balanza cuando se trata de imaginar nuestro futuro monetario. Según la Fed, una opción pública para el dinero digital probablemente debería diluirse: proporcionado a través de instituciones financieras existentes, con saldos limitados y sin pago de intereses. Estas características desalentarían intencionalmente a las personas a usar el dólar digital público y protegerían los márgenes de ganancias del sector financiero, pero es difícil ver cómo el público se beneficiaría de eso.

La Fed ya ofrece dinero digital y lo ha hecho durante décadas, pero solo a bancos y otras instituciones financieras. Sus cuentas de dinero digital, llamadas “cuentas maestras”, pagan intereses más altos (actualmente 0,15 %) que los que reciben los consumidores, no tienen límite y ofrecen pagos instantáneos. Estas cuentas digitales son geniales, pero el público en general no puede usarlas.

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Al evaluar una opción minorista, la Fed también calcula mal los costos y beneficios. En primer lugar, sugiere que sería malo si un nuevo dólar digital fuera tan atractivo que desplazara a las formas existentes de dinero privado, como los depósitos bancarios y los fondos mutuos del mercado de dinero, porque reduciría la disponibilidad del crédito. Pero la Fed no cita evidencia de que la creación de mejores formas de dinero limitará los préstamos. Y las formas de dinero no bancarias existentes, como reconoce la Reserva Federal, provocaron la crisis de 2008, que fue profundamente dañina y otro pánico financiero en marzo de 2020. Menos de estas sería algo bueno.

En segundo lugar, el informe repite la pesadilla de que ofrecer un dólar digital estadounidense exacerbará la inestabilidad financiera. Como ha argumentado Wall Street y como sostiene la Fed, una buena moneda pública hará que la gente huya del dinero privado durante los períodos de incertidumbre, lo que agravará el pánico. Esta es una acusación de los arreglos existentes, no una razón para abstenerse de la reforma. Y si el nuevo dólar digital desplazara el dinero privado, eso reduciría el problema del pánico, no lo empeoraría.

En tercer lugar, la evaluación de la Fed pasa por alto por completo los beneficios financieros sustanciales que implica la creación de un dólar digital. Los bancos comerciales actualmente ganan US$70.000 millones por trimestre, en parte mediante la creación de saldos de depósitos (que, como señala el informe, son una forma de dinero digital). Una opción de la Fed por dólares digitales reduciría estas ganancias. También permitiría a la Fed expandir los activos en su balance general, recuperando algunas ganancias del sector bancario y aumentando el dinero que transfiere al Tesoro en potencialmente decenas de miles de millones por año. En otras palabras, un dólar estadounidense digital reduciría el déficit y fortalecería la posición fiscal del gobierno, algo que debería atraer un interés significativo en ambos lados del espectro político.

La verdad es que no necesitamos conformarnos con una moneda digital del banco central “descremada” que crearía oportunidades para que el sector privado cobre más comisiones e ingresos del público mientras deja a un lado enormes ganancias potenciales para los hogares y las empresas estadounidenses.

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En cambio, podemos desarrollar un dólar digital sin comisiones que facilite los pagos instantáneos, reduzca los costos para las pequeñas empresas y aumente el acceso a las opciones de pago digital. Una oferta tan completa permitiría al gobierno distribuir estímulos rápida y fácilmente durante las recesiones económicas. Sería más eficiente, ahorrando a la economía miles de millones en costos. Y sería más equitativo. Si vamos a diseñar un nuevo dinero público, que sirva al público.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Miriam Salazar