Desde la sobreoferta por Twitter hasta declararse republicano y abordar una acusación de acoso sexual, Elon Musk actuó esta semana como un magnate común y corriente

Elon Musk Photographer: Joshua Lott/Getty Images
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Bloomberg — Y así llegamos al final de otra semana de drama en el programa de Elon Musk. Pero lo que realmente destaca de ésta es lo monótonamente banal que ha sido.

Piensa que se reduce a unos pocos titulares, igual que el propio hombre lo reduce a (tantos, tantos) tuits.

Primero: Un magnate hace una oferta excesiva por un activo de trofeo y se arrepiente.

Sí, hay un montón de detalles aquí para colgarse, desde la encuesta de muestra pseudocientífica de Musk hasta las estrategias de defensa de esa lamentable pandilla conocida como la junta directiva de Twitter Inc. Sin embargo, si lo quitamos, es la más familiar de las historias de fusiones y adquisiciones.

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Evidentemente, no es natural que ser multimillonario signifique que uno se adhiera al Partido Republicano. Por otra parte, si uno es un multimillonario que tiende a criticar y a burlarse de la supervisión reglamentaria -ya sea en relación con el fraude de valores, la seguridad de los vehículos o las medidas de salud pública-, entonces no es terriblemente sorprendente que se incline hacia un determinado extremo del continuo político.

Viniendo sólo unos días después de una masacre en Buffalo, Nueva York, que fue explícitamente vinculada a una odiosa y divisiva “Teoría del Reemplazo” que está definitivamente incrustada en ese extremo político, el razonamiento alegado por Musk es también patentemente ridículo. Además, el elemento paranoico también se hace eco del estilo de cierto ex presidente que todavía se cierne sobre ese extremo político. Lo que nos lleva a: frente a las crecientes críticas, el magnate reclama una conspiración.

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Al igual que algunas de las orientaciones financieras y de producto ofrecidas por Tesla Inc, de la que Musk es director ejecutivo -me viene a la mente el techo solar-, ésta tenía una base, una escala de tiempo y un punto final imprecisos. Más tarde, Musk tuiteó sobre el peligro de que un “virus mental despierto” destruya la civilización, asegurando así que nunca lleguemos a Marte. Esto me parece interesante sobre todo porque considera que evitar el colapso de la civilización es un medio para el viaje interplanetario y no un fin en sí mismo. En cuanto al virus de la mente despierta, el historial de Musk en materia de virología es dudoso. En cualquier caso, el camino que lleva de la crítica a la denuncia de una conspiración está, para no variar, muy trillado.

Por último, tenemos: el empresario famoso niega la acusación de conducta sexual inapropiada.

Sin ser específico, Musk niega la historia que salió en Business Insider a última hora del jueves sobre un supuesto incidente de acoso sexual contra una asistente en su jet privado en 2016. El mismo informe dice que Space Exploration Technologies Corp, o Space X, resolvió una reclamación derivada de esto por 250.000 dólares en 2018. Por ahora, una noticia y la refutación de Musk es todo lo que hay para seguir, así que no hay manera de determinar la verdad de las acusaciones. Lo que es más interesante es el momento, justo después de las repentinas advertencias de Musk sobre una conspiración contra él. Además, Musk le está dando importancia en tweets posteriores, lo cual, sea cual sea la motivación, es poco meditado.

Elon Musk, chief executive officer of Tesla Inc., arrives at court during the SolarCity trial in Wilmington, Delaware, U.S., on Tuesday, July 13, 2021. Musk was cool but combative as he testified in a Delaware courtroom that Tesla's more than $2 billion acquisition of SolarCity in 2016 wasn't a bailout of the struggling solar provider. Photographer: Samuel Corum/Bloombergdfd

Todo esto es, a su manera, el tipo de historias que hemos visto sobre las altas finanzas, los magnates y las celebridades en innumerables ocasiones a lo largo de los años. Lo más destacable en este caso es que todas ellas se produjeron en el plazo de una semana y que, en su mayoría, se originaron con el propio sujeto a través de su cuenta en su medio de comunicación favorito.

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Para cualquier otro ejecutivo, una sola de estas historias atenuaría un poco su aura. Pero Musk existe en una realidad diferente; después de todo, se inventó todo un acuerdo por capricho que le obligó a resolver un caso de fraude de valores presentado por la Comisión de Valores y Bolsa, y pasó a convertirse en la persona más rica del mundo. En el pasado ha pagado en exceso por adquisiciones dudosas. Ha hecho caso omiso de los reguladores de la seguridad vial. La impunidad de Musk refleja la incapacidad de la sociedad para aplicar las leyes y los reglamentos de forma equitativa, y él la ha convertido en una especie de superpoder: estos episodios no sólo no desmerecen su imagen, sino que parecen potenciarla.

Sin embargo, ahora que Tesla ha perdido cerca de 570.000 millones de dólares de valor desde su pico -incluyendo más de 100.000 millones de dólares sólo esta semana-, ¿podría la banalidad de una acción de alto vuelo que se desploma arrojar una luz diferente a la teatralidad de Musk? La expulsión de Tesla de un índice ESG (medioambiental, social y de gobernanza) de referencia esta semana ciertamente aumenta la confusión en torno a ese estilo de inversión. Pero la justificación del índice S&P Dow Jones -que las credenciales “E” de Tesla se ven defraudadas por sus fallos en “S” y “G”, esencialmente- no puede descartarse de plano.

Tal vez la mayor revelación viene de, lo has adivinado, @elonmusk.

No lo sé. Tomarse el tiempo de poner un meme en Twitter para explicar cómo apenas estás participando en la compra de 44.000 millones de dólares de Twitter que has diseñado y sobre la que has tuiteado incesantemente parece una refutación subóptima a la idea de que podrías estar distraído por todo el asunto de Twitter. En cualquier caso, es notable que Musk sintiera la necesidad de rebatirlo.

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