Tecnología Crispr para las masas se acerca un poco más a la realidad

Un técnico prepara muestras de ADN en un laboratorio de análisis en Hong Kong, China, el viernes 26 de enero de 2018.
Por Lisa Jarvis
17 de julio, 2022 | 05:56 PM

Bloomberg Opinión — Un paciente de Nueva Zelanda se convirtió la semana pasada en la primera persona a la que se le inyecta un fármaco diseñado para reducir el colesterol de forma potente y permanente, dando paso a una prueba crítica de la tecnología de edición genética Crispr.

Si el fármaco de Verve Therapeutics funciona, lo que todavía es una gran incógnita, podría ofrecerse algún día como inyección única para hacer frente a la primera causa de muerte en Estados Unidos: las enfermedades cardíacas.

El hecho de que el Crispr esté saliendo del ámbito de las enfermedades raras para entrar en el de las comunes es un avance importante. Además, este ensayo llega en un momento en el que proliferan nuevos tipos de editores de genes, y podría ayudar a inclinar la balanza hacia unos sobre otros.

Para llevar el Crispr a las masas, Verve recurrió a una nueva variación del Crispr llamada “edición de bases”. Mientras que la herramienta original de edición de genes, Crispr-Cas9, utiliza un sistema de dos partes (el “ARN guía” transporta una enzima llamada Cas9 a un tramo seleccionado de ADN, que la Cas9 recorta), la edición de bases utiliza el ARN guía junto con una enzima diferente capaz de cambiar los bloques individuales de construcción del ADN, o nucleótidos.

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Estos cambios precisos de una sola letra podrían utilizarse para reparar el ADN de personas con enfermedades genéticas raras causadas por una sola letra incorrecta: una A (adenina) que debería ser una G (guanina), por ejemplo, o una C (citosina) que debería ser una T (timina).

Este tipo de cambio sutil, si se realiza en el lugar adecuado, también podría utilizarse para impedir que las células produzcan una proteína problemática. Ese es el enfoque de Verve. La inyección única de la empresa cambia una sola letra del ADN en las instrucciones para la construcción de una proteína llamada PCSK9, conocida por elevar los niveles de LDL, o colesterol “malo”.

Verve tiene previsto destinar el fármaco a un millón de personas en EE.UU. con una forma hereditaria de colesterol peligrosamente alto denominada hipercolesterolemia familiar. A largo plazo, sin embargo, la empresa cree que su terapia podría ofrecer una alternativa permanente y potencialmente más eficaz a las estatinas que millones de estadounidenses toman cada día. En ese futuro lejano y todavía teórico, la persona promedio podría recibir la inyección única de Verve para mantener el colesterol lo suficientemente bajo como para evitar ataques al corazón.

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Al desarrollar la terapia, Verve asumió que utilizaría el editor de genes Crispr original. Pero tras pasar seis meses en el laboratorio comparando Crispr, la edición de bases y otros editores de nueva generación, la edición de bases se impuso, en gran parte por su precisión. Verve obtuvo la licencia de la tecnología de Beam Therapeutics, que se fundó en 2017 a partir de los descubrimientos realizados por el científico del Instituto Broad David Liu.

Una segunda razón para usar editores de base fue la seguridad, me dijo el director científico de Verve, Andrew Bellinger. Los editores de bases modifican el código genético sin hacer roturas en el ADN. A los científicos les preocupaba que el tipo de roturas de doble cadena realizadas por Crispr-Cas9 pudieran introducir una serie de errores permanentes si el ADN no se pegaba correctamente. El riesgo de tales errores es especialmente preocupante cuando se persigue una enfermedad que afecta a millones de personas.

Los editores de bases, por su parte, podrían introducir un tipo de error diferente, en el que se realizan cambios aleatorios de una sola letra en el ADN, según sugiere la investigación académica. Pero Verve está convencida de que se trata de un riesgo más teórico que real. A instancias de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU., la empresa ya ha realizado amplios experimentos para evaluar el riesgo, dijo Bellinger.

Hasta ahora, el método ha funcionado muy bien en monos. Ahora, la empresa será la primera en averiguar si la promesa de esas ediciones de una sola letra se traslada a los humanos. El ensayo se inicia en Nueva Zelanda con 40 sujetos, pero Verve espera recibir finalmente el permiso para inscribir a personas en Reino Unido y EE.UU.

Cuando el próximo año se publique la primera serie de datos del estudio, tanto los científicos como los inversores los analizarán con lupa para comprender tres cuestiones fundamentales: ¿Qué eficacia tiene para reducir el colesterol? ¿El colesterol se mantiene bajo para siempre? ¿Existe algún problema de seguridad inesperado?

Las respuestas son importantes no sólo para Verve, sino para los millones de personas que luchan por mantener su colesterol a raya a pesar de los numerosos medicamentos disponibles en el mercado.

Pero también tienen amplias consecuencias para el sector. El resultado del estudio podría orientar a empresas como Verve (compañías de biotecnología o grandes farmacéuticas que son agnósticas en cuanto a la tecnología y simplemente quieren desarrollar el mejor fármaco para una enfermedad concreta) hacia un tipo concreto de editor genético a la hora de desarrollar futuras terapias. También planteará la cuestión de cuáles otras enfermedades comunes pueden abordarse de forma viable con los enfoques actuales de edición genética. Otra iniciativa incipiente es el uso de Crispr para diseñar células madre que puedan administrarse a personas con diabetes del tipo 1 para intentar restablecer la producción de insulina.

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Si el fármaco de Verve funciona, también planteará una serie de cuestiones comerciales nada desdeñables, como si una terapia de un solo uso puede llegar a ser asequible para las masas y si los consumidores estarán dispuestos a renunciar a sus pastillas de estatinas por un medicamento que manipula sus genes.

El hecho de que la edición de genes ya esté teniendo que navegar por esta maraña de cuestiones científicas, comerciales y éticas no deja de ser sorprendente. Los editores de base se descubrieron en 2016 y 2017. El Crispr original acaba de cumplir 10 años.

Como he escrito antes, todavía hay que superar muchos retos técnicos para que Crispr pueda ir por la mayoría de las enfermedades comunes. Pero la posibilidad, aunque sea teórica, de que pueda hacer mella incluso en esta, la enfermedad cardíaca, hace que valga la pena seguir de cerca el ensayo.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.