Opinion Bloomberg

Niveles de agua extremadamente bajos.
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Bloomberg — Las reuniones del FMI y el Banco Mundial de esta semana han tenido un ambiente pesimista. El Grupo del Banco Mundial dijo a la comunidad internacional que se preparara para un bajo crecimiento y la posibilidad de una década perdida. El Fondo Monetario Internacional advirtió de un bajo crecimiento y de considerables riesgos financieros a la baja. Sin embargo, parte de la razón por la que debemos ser pesimistas sobre el crecimiento futuro se debe a que ambas instituciones no han cumplido su misión de promover la cooperación económica, el comercio y las políticas favorables al crecimiento, como la inversión basada en el mercado.

La desaceleración económica demuestra por qué la misión original es exactamente lo que el mundo más necesita ahora, pero en cambio están cambiando de enfoque y corren el riesgo de ser aún menos relevantes en el futuro.

El FMI y el Banco Mundial se crearon en 1944 en la Conferencia de Bretton Woods, cuyo objetivo era rehacer el orden económico mundial y evitar los errores del pasado. Tras la Gran Depresión, y con la Segunda Guerra Mundial en curso, se reconoció que una política económica nacionalista de corto alcance que restringiera el comercio y otras políticas de empobrecimiento del vecino perjudicarían el crecimiento y socavarían la estabilidad financiera para todos.

Los países abrumados por la deuda también necesitaban ayuda, o sus problemas podrían convertirse en el problema del mundo. La economía mundial se beneficiaría de una mejor coordinación y cooperación entre las naciones.

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El FMI y el Banco Mundial, situados uno enfrente del otro en Washington, tienen funciones complementarias. El FMI supervisa las condiciones financieras, ofrece asesoramiento sobre política económica y, sobre todo, concede préstamos condicionados cuando los países tienen problemas financieros. El Banco Mundial realiza proyectos de desarrollo y proporciona ayuda y préstamos para fomentar el crecimiento en los países, en su mayoría más pobres.

Durante las últimas décadas, las instituciones han tenido éxito, aunque hayan cometido algunos errores. El comercio se había expandido, al igual que los flujos internacionales de capital, y se había producido un descenso histórico de la pobreza mundial.

Hoy se enfrentan a un creciente escepticismo sobre los beneficios de un mundo económicamente integrado. Muchos países ricos, sobre todo Estados Unidos, están volviendo al nacionalismo económico. Desconfían de la inmigración, el capital extranjero y el comercio, al tiempo que aplican una política industrial para desarrollar sus propias industrias. Mientras tanto, en los años previos a la pandemia, los países más pobres recurrieron a China en lugar de a las instituciones de Washington para proyectos de desarrollo e incluso préstamos cuando se enfrentaban a una crisis de balanza de pagos.

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Por eso este momento es tan crítico. El futuro de bajo crecimiento que predicen el Banco Mundial y el FMI será en cierta medida el resultado de menos comercio, más restricciones al capital mundial y políticas industriales que desvían el capital hacia usos menos productivos. La estabilidad financiera también se ve amenazada por los bancos centrales que aplican políticas para combatir la inflación en casa que pueden perjudicar a los países en el extranjero.

Más coordinación económica y un compromiso renovado con el comercio y los mercados es exactamente lo que necesitamos hoy. Lo necesitamos incluso más que antes. La tecnología aumenta las posibilidades de un mayor crecimiento a través del comercio, ya que los bienes y el capital pueden cruzar fronteras con mayor facilidad. Las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, pueden traer consigo cambios profundos que pueden aportar más prosperidad, pero también riesgos de perturbación económica y desinformación. Una mejor coordinación transfronteriza es fundamental para gestionar estos retos, desbloquear el crecimiento y suavizar la volatilidad resultante.

Mientras tanto, la desigualdad mundial sigue siendo demasiado grande. Hemos avanzado, pero los países más pobres aún tienen potencial para crecer y ofrecer una vida mejor a sus ciudadanos. Más tecnología e integración económica también pueden ayudarles. Si se les deja de lado, sólo se quedarán más rezagados.

Pero en lugar de encontrar una voz y un propósito en sus valores fundacionales, el Banco Mundial y el FMI se están centrando en otros objetivos como el clima y la igualdad de género. El FMI se comprometió a añadir evaluaciones de riesgos climáticos a sus evaluaciones de riesgos financieros y económicos, y a situar el clima en el “centro” de su trabajo.

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El Banco Mundial destina el 35% de su presupuesto al clima y Janet Yellen quiere añadir la resistencia económica (clima) a la declaración de objetivos del banco. Puede parecer inteligente, pero todavía hay mucha pobreza e inestabilidad financiera que combatir. Dedicar más recursos al clima significa disponer de menos dinero y personal para el desarrollo y la vigilancia de otros riesgos económicos.

Yellen afirma que la nueva atención prestada al clima no restará recursos a esa labor, pero los recursos son finitos. El riesgo no es sólo que se destinen menos recursos a la lucha contra la pobreza, sino que se deje un vacío para que lo llene China, cuyo compromiso y capacidad para financiar el desarrollo no sólo son menos seguros, sino que crean nuevas capas de riesgos políticos.

Es cierto que el clima debe ser más prioritario y que, a largo plazo, el clima y el crecimiento económico están relacionados. Nuestros objetivos climáticos requieren sin duda más cooperación internacional, del mismo modo que el comercio y la política monetaria. Pero la mejor forma de afrontar este reto es crear nuevas instituciones cuya misión explícita sea el clima, con su propio presupuesto.