Opinión - Bloomberg

La era de las familias numerosas en Latinoamérica llega a su fin

Familia
Por Juan Pablo Spinetto
08 de agosto, 2024 | 07:27 AM
Tiempo de lectura: 4 minutos

En la capital de México, una de las metrópolis más populosas del planeta, los nacimientos se convierten en una auténtica excepción.

Los datos oficiales indican que el número medio de hijos que se prevé que nazcan por mujer durante su vida, la tasa de fecundidad, ha bajado de 1,34 a 0,96 en tan solo cinco años.

Esta disminución corresponde a un descenso asombroso a escala nacional y también regional: la población de América Latina está envejeciendo y creciendo con lentitud, y en la actualidad es comparable a la europea y norteamericana.

Si bien el envejecimiento poblacional y la reducción de las tasas de fecundidad constituyen tendencias globales, sus consecuencias son más graves para Latinoamérica.

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Se trata de la región más desigual del mundo, y la ralentización del crecimiento poblacional y la aceleración de la transición demográfica complicarán la resolución de los numerosos problemas de desigualdad y baja actividad de la economía, sobre todo mientras los países tratan de sufragar los programas de pensiones, educación y salud.

Ahora bien, a la región no le faltan alternativas, pero sus gobiernos deben escoger con sabiduría.

Los números son contundentes. La tasa media de fertilidad en Latinoamérica y el Caribe ha bajado a 1,8 este año, apenas por arriba del nivel de 1,5 a 1,6 de los países ricos del hemisferio occidental, de acuerdo con un reciente informe de la ONU.

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Esto implica que la región ya se sitúa por debajo del umbral de 2,1 hijos por mujer que se requiere para que se mantenga su nivel poblacional, en igualdad de otros factores, conocido como nivel de reemplazo.

La tasa de fertilidad de la región descendió un 68% entre 1950 y 2024, el descenso más acelerado del planeta.

Gráfico de fecundidad latinoamericana

Algunas de las razones de esta tendencia en América Latina son similares a las del resto del mundo: hay menos presión social para que las mujeres tengan hijos a una edad temprana. Hay mayor aceptación y disponibilidad de los medios anticonceptivos.

La gente vive más años y pasa más tiempo en la escuela antes de incorporarse a la vida laboral. Las parejas tienden a esperar hasta alcanzar un cierto nivel de vida antes de plantearse tener hijos.

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Pero también hay razones específicas de América Latina.

Simone Cecchini, director del centro demográfico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, afirma que la región ha avanzado considerablemente en la reducción del número de embarazos en adolescentes.

Por otra parte, señala, sus recurrentes crisis macroeconómicas y la incertidumbre financiera tienden a desalentar el interés de la gente por convertirse en padres.

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En 1950, las tasas de fertilidad de América Latina eran similares a las de África. A finales de este siglo, afirma, igualarán a las de Europa. Desde el punto de vista demográfico, “se trata de un cambio muy significativo y rápido”.

Gráfico de expectativa de vida

Todo ello significa que se prevé que el llamado dividendo demográfico de la región, básicamente, cuando la población activa crece más deprisa que la población, termine en solo cinco años, según el informe de las Naciones Unidas (hay muchas diferencias dentro de los países, pero consideraré la región en su conjunto).

Un menor número de adultos en edad de trabajar hace más difícil para los gobiernos prestar apoyo a una población cada vez más vieja, lo que podría frenar el crecimiento económico.

En una región conocida por la escasez tanto de servicios públicos como de fondos públicos, existe el riesgo de que esta transición se traduzca en un menor nivel de vida para los jubilados y menos recursos para los estudiantes. Eso podría iniciar un círculo vicioso de debilitamiento de la demanda futura.

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Pero todos estos factores, por difíciles que sean, no cambian el reto subyacente para América Latina: la región necesita crecer más rápido, y punto. Si fuera más productiva e integradora, se reduciría la desigualdad y se fomentarían las oportunidades.

Alcanzar estos objetivos será difícil, por supuesto. Pero compensaría más la disminución de la fertilidad que replicar políticas específicas probadas en otros lugares.

Cabe señalar que algunas de las ideas (muy costosas) aplicadas por los países más ricos para aumentar la natalidad no parecen ser muy eficaces; es muy difícil influir en las decisiones personales de la gente a largo plazo. También cabe destacar que la población relativamente joven de América Latina, de la que ha gozado durante décadas, no se ha traducido automáticamente en un crecimiento más rápido.

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En definitiva, América Latina necesita mejorar su nivel de vida para aumentar su tasa de fertilidad, y no al revés. La atención debe seguir centrándose en la mejora de las condiciones sociales y económicas, como la estabilidad financiera y unos servicios públicos fiables.

Lograr la paridad de género en el mercado laboral, que sigue castigando abrumadoramente a las mujeres y a las parejas que deciden tener hijos, exigirá un cambio cultural en las actitudes hacia el equilibrio trabajo-familia. Los gobiernos también deberían animar a los mayores a invertir parte de sus ahorros, por ejemplo, o a seguir trabajando más allá de la edad de jubilación si así lo desean.

Todas estas son políticas que América Latina debería aplicar sí o sí. La conclusión es que la era de la familia latina numerosa y bulliciosa, con docenas de parientes reunidos para celebrar cumpleaños o fiestas, no va más. Pero los gobiernos disponen de herramientas muy poderosas para ayudar a sus ciudadanos a afrontar el cambio.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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