Ruso más rico construyó su poder en Nueva York en décadas y lo perdió en semanas

El riesgo reputacional en este momento de mantener a un oligarca en una junta institucional es demasiado grande

Vladimir Potanin
Por Blake Schmidt
20 de marzo, 2022 | 05:48 PM

Bloomberg — Hace un mes, Vladimir Potanin se sentó junto a la élite financiera y empresarial mundial en el consejo asesor del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR por sus siglas en inglés) con sede en Nueva York y entre los fideicomisarios del Museo Guggenheim en Manhattan.

Esos círculos de poder, que incluían a Tom Hill, el exejecutivo de Blackstone Inc. (BX) y multimillonarios de Brasil e India, se cultivaron durante décadas. Ahora, están cerrados a Potanin, el hombre más rico de Rusia. Durante las últimas dos semanas, ha dejado ambos consejos.

El magnate del níquel y el paladio, que se encuentra entre los pocos oligarcas originales que siguen activos en los negocios en Rusia, no ha sido sancionado. Potanin, con un patrimonio neto de US$24.500 millones, es considerado el autor intelectual del controvertido programa de préstamos por acciones que condujo a la privatización de las empresas de recursos naturales tras el colapso de la Unión Soviética.

Durante gran parte de las últimas dos décadas, las instituciones culturales de EE.UU. en las artes, las organizaciones sin fines de lucro y la educación estaban dispuestas a mirar más allá de la historia de cómo los multimillonarios con vínculos con Rusia amasaron sus fortunas. En el caso de Potanin, fue visto públicamente hace años con Vladimir Putin, incluso en un partido de exhibición de hockey con el líder ruso en Sochi.

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Potanin, de 61 años, se destaca ahora como un ejemplo de la rapidez con que los bastiones occidentales del capital social están cambiando en medio de una campaña de presión sobre Putin para que ponga fin a la guerra de Ucrania. Si bien la élite de Rusia tiene varias formas de remodelar su fortuna en respuesta a las consecuencias, recuperar su lugar en estas instituciones probablemente será una tarea más difícil.

“El riesgo reputacional en este momento de mantener a un oligarca en una junta institucional como CFR es demasiado grande”, dijo David Szakonyi, cofundador de Anti-Corruption Data Collective (CDC, el Colectivo de datos anticorrupción) que ha investigado la filantropía de multimillonarios cuyas fortunas están ligadas a Rusia. “Va a ser muy difícil para Potanin recuperar sus posiciones anteriores”.

Potanin, presidente de MMC Norilsk Nickel PJSC, que representa alrededor del 40% de la producción mundial de paladio y el 10% del níquel refinado, no respondió a las solicitudes de entrevista.

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El ex viceprimer ministro de energía y economía de Boris Yeltsin habló públicamente la semana pasada por primera vez desde la invasión de Ucrania, criticando las represalias de Rusia contra las sanciones internacionales.

“Tenemos que parecer respetables y serenos, y nuestros esfuerzos deben dirigirse no a ‘cerrar la puerta’ sino a mantener la posición económica de Rusia en los mercados que hemos estado dominando durante tanto tiempo”, dijo Potanin en el canal Telegram de Norilsk Nickel en marzo.

Benefactores rusosdfd

Potanin, junto con los oligarcas Petr Aven y Mikhail Fridman, se encuentran entre los multimillonarios con vínculos con Rusia que han donado más de US$300 millones a cientos de las instituciones sin fines de lucro más prestigiosas de EE.UU. en las dos décadas que terminaron en 2020, según Colectivo de Datos Anticorrupción. Al menos US$100 millones se destinaron a más de 100 organizaciones en Nueva York, según muestran los datos proporcionados a Bloomberg.

En el Guggenheim, los fideicomisarios de la junta debían donar al menos US$100.000 al año, según Thomas Krens, director emérito de la Fundación Solomon R. Guggenheim, quien dijo que estuvo en contacto con Potanin durante más de una década. Recordó que el multimillonario ruso apoyaba constantemente las exhibiciones de arte ruso y era “tranquilo, no abierto” en las reuniones.

“Muchos oligarcas vieron una oportunidad y la aprovecharon” para reforzar su reputación con la filantropía en Occidente, dijo Krens en una entrevista telefónica. “La respuesta a esta guerra y a la estrategia de Putin ha sido tratar de aislar o sacar a la luz el dinero y su procedencia”.

Sanciones escasas

Muchos de los donantes de Nueva York no han sido sancionados. Eso no evita las preguntas.

A Yancey Spruill, director ejecutivo de DigitalOcean Holdings Inc.,(DOCN) con sede en Nueva York, se le preguntó en una conferencia la semana pasada sobre Len Blavatnik, un multimillonario británico-estadounidense cuya Access Industries es el mayor inversionista de la compañía de tecnología.

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Educado en universidades estadounidenses, Columbia, Harvard Business School, hizo su dinero como estadounidense”, dijo Spruill en respuesta el 8 de marzo. “Sé que hay mucha especulación”, dijo, y agregó que Blavatnik “ha sido nombrado caballero por la Reina de Inglaterra.”

Blavatnik nació en la Ucrania soviética y aumentó su fortuna en la era de Putin cuando la empresa estatal rusa Rosneft compró su empresa de energía. Con US$36.900 millones, su patrimonio neto supera al de Potanin, según el índice de multimillonarios de Bloomberg.

“Lo que está sucediendo en Ucrania es inimaginable y nosotros, junto con todos los compatriotas estadounidenses, esperamos y rezamos para que el conflicto termine rápidamente y que todos los ciudadanos ucranianos puedan volver a vivir sus vidas en paz y libertad”, dijo Access Industries en un comunicado. .

Blavatnik ha donado en todo el espectro político y filantrópico, incluido Central Park Conservancy, Carnegie Hall, Mount Sinai Health System y la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul.

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Seguimiento riguroso

Es difícil rastrear el alcance total de las donaciones caritativas, ya que las instituciones a menudo no revelan a sus donantes por temor a recibir una reacción violenta por la política de los benefactores, dijo Szakonyi. Las divulgaciones de donaciones específicas pueden ser en rangos amplios o incluso en montos mínimos más vagos, y en algunos casos puede que no se revelen valores en absoluto, dijo.

Y aunque algunas instituciones están pidiendo a los donantes multimillonarios que abandonen sus directorios, no están devolviendo fondos ni cerrando exhibiciones. Por ejemplo, el Guggenheim todavía tiene una exposición en curso del artista nacido en Moscú Wassily Kandinsky que fue patrocinada por benefactores como Potanin, aunque su nombre ya no figura en el sitio web del museo.

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La exhibición fue un recordatorio de la complejidad de deshacer el apoyo filantrópico de los multimillonarios que fueron bienvenidos en el apogeo de una era dorada globalizada.

Es más difícil deshacer décadas de generosas donaciones oligárquicas que, después de todo, han servido para promover el interés público en Occidente, que apoderarse de los símbolos flagrantes de la riqueza oligárquica, que molestan a muchas personas”, dijo Stanislav Markus, un profesor de negocios en la Universidad de Carolina del Sur que ha estudiado la riqueza rusa.

Una portavoz de CFR dijo en un correo electrónico la semana pasada que “ya no sería apropiado” que Potanin siguiera siendo miembro de su junta asesora global “a la luz de la continua agresión de Rusia contra Ucrania”. El Museo Guggenheim dijo que renunció a la junta.

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Potanin tiene intereses en expansión que incluyen una empresa farmacéutica rusa, una estación de esquí, un proyecto de cobre y al menos dos superyates.

Multimillonarios rusosdfd

Después de construir su fortuna, Potanin comenzó a reinventarse a sí mismo como filántropo, convirtiéndose en el primer ruso en unirse al Giving Pledge de Bill Gates y Warren Buffett en 2013. Preside la Hermitage Development Foundation (Fundación para el desarrollo del Hermitage), una dotación para el museo estatal de San Petersburgo que se fundó en 1764, con una colección de pinturas adquirida por Catalina la Grande.

En el sitio web de su fundación, Potanin dijo que quiere que la filantropía sea “más sistémica, más empresarial”, calificándola como un “espacio vasto e interminable que nunca disminuirá”.

Con la asistencia de Amanda L. Gordon y Devon Pendleton

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Este artículo fue traducido por Miriam Salazar