Los objetivos de emisiones cero netas de las grandes empresas no cuadran

Para las empresas, el enfoque en la contabilidad tradicional del carbono es una distracción oportuna

Las torres de refrigeración liberan vapor en la central eléctrica de lignito de Jaenschwalde, operada por EP Power Europe AS, en Peitz, Alemania, el martes 21 de junio de 2022.
Por Eric Roston
03 de julio, 2022 | 08:08 AM

Bloomberg — Más de 5.200 empresas se han comprometido a reducir su contaminación por gases de efecto invernadero a cero para 2050, o a alcanzar el “cero neto”, compensando las emisiones con proyectos de silvicultura u otros que eliminen el CO₂ del aire. Entre ellas se encuentran algunas de las mayores empresas del mundo de todos los sectores: Apple (AAPL), Zurich Insurance, P&G, General Motors (GM), etc.

Pero a medida que pasa el tiempo, los críticos dicen que las iniciativas tienen cada vez menos sentido y que esto puede ser más perjudicial que beneficioso.

La razón es sencilla: el único objetivo de cero neto que importa es el que se aplica a todo el planeta. A gran escala, el debate sobre las “emisiones” y las “eliminaciones”, o la reducción del CO₂ mediante la silvicultura y otros medios, se basa en la ciencia de la Tierra, en el movimiento físico del carbono hacia el aire y hacia abajo. Eso es el “cero neto”.

Las empresas pueden ayudar. Pero no pueden llegar al cero neto, y sus compromisos se basan más directamente en la aritmética que en la geoquímica, según Carbone 4, una consultora francesa que trabaja con las empresas midiendo sus emisiones y decidiendo qué hacer con ellas. “La idea de una empresa neutra en carbono es fundamentalmente dudosa”, escribieron el pasado julio.

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No son los únicos que consideran esto. El gobierno francés publicó el año pasado unas directrices que se hacían eco del diagnóstico de Carbone 4 sobre los objetivos corporativos de neutralidad de carbono. Nadie debe pretender ser “neutro en carbono”, escribió la Agencia para la Transición Ecológica (ADEME). Este mes, un organismo de control de la neutralidad introdujo un “código de prácticas” de prueba para ayudar a evaluar las declaraciones de las empresas a este respecto, y el Secretario General de la ONU ha creado un grupo de expertos para examinar las promesas de neutralidad no nacionales. Es decir, no realizadas por estados.

Carbone 4 da varias razones para su escepticismo “de que una organización sea capaz de alcanzar la ‘virginidad climática’ individual”. En el centro de su crítica están las “compensaciones” de carbono, o compras que otorgan el derecho a reclamar reducciones de emisiones generadas por proyectos de reducción de CO₂ en otros lugares. La firma aconseja a los clientes que no incluyan la inversión en reducciones de CO₂, a través de la silvicultura u otros medios en su contabilidad de emisiones, aunque hacerlo ciertamente hace que la empresa parezca mejor encaminada hacia el objetivo sobre el papel.

En su lugar, la empresa aconseja a sus clientes que contabilicen sus esfuerzos en materia climática en tres categorías distintas: la reducción de emisiones, basándose, al menos en parte en el marco establecido por la iniciativa Science Based Targets (SBTi); las “emisiones evitadas” o la forma en que los productos o servicios de una empresa podrían contribuir a la descarbonización en otros lugares; y la financiación o la eliminación de CO₂ de la atmósfera.

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De esa manera las empresas podrían seguir presumiendo de lo que gastan en la eliminación de carbono, sólo que no podrían contabilizarlo contra sus propias emisiones.

Carbone 4 da varias razones por las que separa las compensaciones de la contabilidad de las emisiones de las empresas. Por un lado, son escépticos de que los planes corporativos de cero emisiones sumados lleven a un cero neto global. Y cuando los créditos de compensación adquiridos se restan de los libros de contabilidad de carbono de las empresas, se oculta el índice de contaminación real, que es lo más importante.

Pero ninguno de los principales grupos que ayudan a definir la contabilidad de las emisiones de las empresas ha parecido nunca entusiasmado con las compensaciones. El SBTi, una colaboración entre varias organizaciones sin ánimo de lucro, exige que las empresas que se sometan a su riguroso proceso reduzcan las emisiones al menos en un 90% antes de 2050. El último 10%, o una cifra cercana, puede anularse con “eliminaciones de alta calidad”, un término que el grupo aún está definiendo.

La cuestión semántica que plantea Carbone 4 es importante: Sólo a nivel global o regional puede la reducción de CO₂ neutralizar físicamente las emisiones pasadas, lo que lleva a un “cero neto”, y las empresas que ignoran deliberadamente esto en su propia estrategia o marketing están siendo, en el mejor de los casos, poco sinceras.

Esto se refleja en el lenguaje deliberado de los principales informes y pactos sobre el cambio climático. Por ejemplo, las partes del Acuerdo de París (de nuevo, los países, no las empresas) “se proponen alcanzar el máximo mundial de emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible”. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU se refiere repetidamente al “cero neto global”.

Si, en lugar de aspirar a su propio objetivo de contabilidad de emisiones sobre el papel, las empresas se vieran a sí mismas haciendo “contribuciones” a un objetivo compartido, las consecuencias podrían ser profundas. Les obligaría a realizar muchas de las reducciones de emisiones que ya están planeando (aportar su granito de arena) y también les exigiría reconocer e incluso actuar en cosas que son igual de importantes, si no más.

En la actualidad, las empresas gastan enormes sumas en grupos de cabildeo contra la política climática basada en la ciencia, en contribuciones políticas a los funcionarios electos que bloquean la legislación sobre el clima, y en toda una categoría de servicios profesionales que aún no ha medido sus propias emisiones, y mucho menos ha establecido objetivos de reducción. Ninguna de estas actividades se refleja en la contabilidad estándar de las emisiones, ni cuentan para el cálculo de una empresa de su progreso hacia el cero neto, y sin embargo, todas ellas socavan el esfuerzo global para llegar a él.

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El avance del cambio climático acecha en los espacios entre las empresas y los gobiernos, entre los individuos y las comunidades, entre los ricos y los pobres, mientras todos intentan alejar del borde del precipicio a los complejos sistemas industriales compartidos.

“Ninguna empresa puede actuar por sí sola para resolver la crisis climática”, escribió Derik Broekhoff, científico del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, en una publicación del sitio del SEI. “Las empresas realmente comprometidas con la consecución del cero neto deben apoyar las políticas climáticas (en todos los niveles de gobierno y a nivel internacional) que impulsen una transición global equitativa, integral y coordinada”.

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Abandonar el lenguaje corporativo del cero neto sería una pequeña dosis de humildad que ayudaría a evitar acontecimientos mucho más humillantes en el futuro.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.